
Blog escrito por Sunehra Subah
Entrevistas en español traducidas por Sunehra Subah y Lorena Modesto
Blog en español traducido por Youssef El Mosalami and Ayan Rahman
“Como vendedores, necesitamos educarnos y saber nuestros derechos y nuestras obligaciones para poder no incurrir en algo ilegal–––que no [la polícia/DCWP] te vengan a poner un ticket o una multa en el cual somos marcados de por vida.
Porque cuando nos ponen un ticket no se quita, no se remueve y es algo que nosotros no estamos haciendo nada criminal, estamos haciendo un trabajo digno para todas nuestras familias como inmigrantes y vendedores ambulantes
…Y en el tiempo de COVID que yo me ingresé como vendedora [ambulante], fuimos trabajadores esenciales. Fuimos excluidos en muchos aspectos, pero somos las personas que le dimos a este país bastante ayuda.”
Mientras realiza actividades de divulgación en el Bronx para dar a conocer la feria de recursos del jueves, Alejandra Marín se toma el tiempo de traducir las reglas en español a cada vendedor ambulante con el que hablamos. Nos cuenta de memoria la distancia que debe tener un carrito de la acera, la altura que puede tener un puesto (incluidos los paraguas) y otras restricciones. Alejandra lo dice todo con claridad y mucha fuerza en su voz, y siempre incluye que ella misma es vendedora de mercancía general y sabe lo importante que es que todos se unan en este movimiento para, por ejemplo, exigir que los derechos y las normas se traduzcan y sean accesibles.
Como muchos otros vendedores, Alejandra empezó a vender durante la pandemia porque no tenía otra opción para mantener a su familia. Sin embargo, su relación con la venta ambulante no comenzó con la tarea de hacer las mascarillas, el gel desinfectante de manos y otros EPI más accesibles a los neoyorquinos. Alejandra es también la hija de un vendedor de flores, y compartimos entre nosotros cómo nos involucramos por primera vez con el Proyecto de Vendedores Ambulantes, empezando por la historia del padre de Alejandra:
“Mi padre fue vendedor ambulante de flores en el cual él sufrió el acoso de la policía. Le quitaron sus flores y se la rompieron. Retiraron los botes en el cual él había invertido mucho dinero en ese tiempo para llevar [el sustento] a la casa de nosotros.
Y fue algo muy injusto porque nosotros no hablábamos inglés. En ese tiempo había más discriminación, más racismo por parte de la policía. Era un delito vender. Fue algo que aún yo, sin hablar el idioma, defendía a mi padre porque él no estaba haciendo algo ilegal. Yo lo consideraba así. No conocía las leyes de este país y estuve involucrada en otras organizaciones de diferentes ámbitos que defienden a los inmigrantes.
Y es por ese motivo que una compañera me dijo que fuéramos a [el proyecto de] vendedores ambulantes para luchar por las licencias y permisos para los vendedores y obtenerlo así. Y fue como yo estoy ahora con ustedes para seguir luchando por esas licencias y permisos para todos los vendedores.”
Como el padre de Alejandra no tenía a nadie que le tradujera la ley, la agresión de la policía y la destrucción de su mercancía no tenían explicación. Esta experiencia violenta y confusa es la razón por la que Alejandra se asegura de hacer mini-lecciones sobre las regulaciones de la ciudad incluso en nuestra acción más pequeña (esfuerzos de divulgación). Durante nuestro divulgación, Alejandra me señaló cómo una vendedora limpia su sección de la acera utilizando un cubo de agua; está claro que los vendedores quieren hacerlo todo de forma correcta y legal, pero ¿cómo pueden hacerlo cuando personas como ellos, que hablan su idioma, no están incluidas en la planificación de la ciudad?
“Tomar tiempo de una o dos horas en ciertas actividades, no es luchar día con día. Junto a compañeros de otros proyectos, cada actividad y esfuerzo es llegar hasta Albany, el Congreso. Que se aprueben esas leyes de darnos y otorgarnos las licencias y permisos–––no solamente para uno, sino para todos.”
Además de formar parte del liderazgo de nuestro proyecto, la justificada confusión, la indignación y la pasión de Alejandra también la llevan a NICE (New Immigrant Community Empowerment), que lucha por evitar la explotación laboral y garantizar que todos los trabajadores puedan trabajar con seguridad y dignidad. Alejandra se reconoce a sí misma como “una de muchas”, y subraya que, si bien siente que tiene la responsabilidad sobre sus hombros de contribuir al movimiento laboral para garantizar que la injusticia que le ocurrió a su padre no se repita, ella forma parte de una comunidad más amplia de inmigrantes y personas de color que están haciendo el trabajo.
“Decidí que voy a estar en la junta directiva, luchando no solamente por mi padre, sino también por todos los compañeros y por mí misma, porque yo represento a uno de ellos [vendedores ambulantes]…”
De forma similar a la historia del padre de Alejandra sobre el acoso policial y el racismo, le hablé de cómo me involucré en la lucha por los derechos de los vendedores ambulantes después de que la vendedora de churros de mi barrio, Elsa, fuera acosada verbalmente por la policía y le confiscaran su carrito en 2019. Elsa también fue objeto de burlas por parte de un agente por no saber hablar inglés, y luego fue detenida brevemente. Lo que siguió fue una serie de concentraciones de vendedores y aliados que se enfrentaron a los policías del Distrito 33 de Tránsito, la creación de un GoFundMe y The Elsa Fund para apoyar a los vendedores cuyos negocios fueron confiscados, y una ola imparable de personas que se niegan a dejar que la historia de Elsa sea ignorada. Heleodora Vivar Flores, una vendedora que ha formado parte de nuestra junta directiva durante más de una década y ha liderado muchas de estas concentraciones junto a Elsa, compartió unas palabras:
“Antes pasaba casa el dinero que tenían ellos. Lo poco que vendían. Se lo quitaron. Bueno yo creo que un poco parte de nuestra lucha es que eso ya no lo hacen nada más. Les quitan el producto antes si nosotros como somos mexicanos, acostumbramos venderla el atole hidalgo en el club para que nosotros vendamos o te lo tiraba.
Entonces, ¿cuál es la oportunidad? No nos dan oportunidad de vivir bien–––para sobrevivir, en una palabra. Para sobrevivir. Porque nosotros no estamos trabajando para hacernos ricos sino para hacernos millonarios. ¡No! Para sobrevivir. Para que nuestra familia sobreviva–––esa oportunidad no la tenemos.”
Cada vendedor que forma parte de este movimiento puede ser “uno de muchos”, pero cada “uno” es fundamental para crear un sentido de cuidado para los “muchos”; podemos construir estructuras de cuidado y poder si nos cuidamos activamente unos a otros y trabajamos juntos. En nuestra Feria de Recursos de Harlem, fueron vendedores como Sofiani y Moussa los que trabajaron junto a nuestra organizadora de miembros de Oriente Medio y África del Norte, Hannah Towfiek, los que atrajeron y animaron a la comunidad local. Una combinación de los meses de trabajo que Hannah ha dedicado a crear confianza en Harlem, junto con la hermandad que Sofiani y Moussa han fomentado al estar en la calle día a día, es lo que hizo que el evento fuera un éxito.
Sofiani, que decidió vender artículos religiosos y generales, como pasta de dientes natural, aceites esenciales, jabón africano y manteca de karité, después de no recibir una remuneración justa en un restaurante, me habló de su trabajo repartiendo folletos y realizando actividades de divulgación con Hannah, haciéndose eco del “uno de muchos” de Alejandra:
“Conseguiremos que un par de personas te escuchen. De la misma manera que todos ustedes quieren ayudar a estas personas, queremos ayudarnos unos a otros. Cuando se habla de la venta o del mercado, hay mucha gente involucrada; obviamente no se trata de un solo caso individual. Aunque algunas personas trabajen sin licencia, cuando [la policía/DCWP] las trate mal, yo también me sentiré mal. Porque tienen familias aquí, tienen hijos, y sobreviven con la venta”.
Moussa, que vende gafas y colgantes de cocodrilo y que también se dedica a la venta ambulante para tener más control sobre su trabajo como padre soltero, también añadió:
“Necesitamos a alguien como cabeza de familia, que luche por nosotros. La policía viene, nos cierran la mesa, así es como nos ganamos la vida, como cuidamos a nuestros hijos, el trabajo honesto. Pagaré para obtener una licencia, pero la ciudad lo hace imposible, diciéndonos que no podemos a menos que seamos parte del ejército. Entonces, ¿cómo puedo hacer mi trabajo? Así que estamos detrás de ti. Si dices reunión, vamos. Dondequiera que sea, voy a ir”.
Vendedores como Elsa, Heleodora, Sofiani, Moussa y Alejandra están trabajando para construir e invertir en la comunidad y en las estructuras de atención. Durante nuestro trabajo conjunto en el Bronx, vi cómo Alejandra congeniaba inmediatamente con otra vendedora de flores que había tenido experiencias similares a las de su padre. Y antes de que Alejandra y yo nos conociéramos durante las actividades de divulgación, siempre había sido una cara conocida en todas nuestras reuniones generales de miembros. La conocía como alguien que hacía que todo se sintiera más cercano y seguro, que ayudaba a definir la “comunidad” en nuestro espacio y que siempre saludaba a todos con un abrazo.
Y entonces, esta semana, mientras hablaba con los vendedores ambulantes del Bronx, un vendedor me señaló y preguntó a Alejandra “¿Ella es tu hija?” Alejandra me acercó a ella y dijo: “No, es mi hermana.”
Este es el sentimiento de hermandad y unidad, de experiencia compartida y de trabajo compartido que impulsa nuestro trabajo. Para el último post de la serie Creating Home in NYC, celebramos a los vendedores que han estado organizando y liderando junto a nosotros, sin los cuales este trabajo no sería posible. Estos vendedores están creando un hogar con cada abrazo reconfortante en cada reunión, cada cuadra que recorren durante las actividades de divulgación, cada volante que reparten y cada historia sobre la que se niegan a guardar silencio.
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