
Blog escrito por Sunehra Subah
Entrevistas en español traducidas por Sunehra Subah y Daniel Modesto
Blog en español traducido por Madeleine Cepeda-Hanley
“Aquí en Nueva York, está la mayoría de poblanos—inclusive les dije en Puebla York, precisamente por la mayoría de gente de Puebla, del Estado y de todo el Estado, que ha emigrado para acá.
Entonces, esto para ellos — la gente pasa, hay niños pequeños que no saben que es un tlecuile. Entonces los niños que no han tenido oportunidad de ir a México, que no saben de la lengua náhuatl, que es una la lengua mexicana, ahora saben lo que es un tlecuile. A mí me paran y me preguntan, ‘¿qué es un tlecuile?’ Y yo les digo ‘un tlecuile es una base donde se sienta un comal, es una palabra de la lengua náhuatl.’ Entonces para mí no solamente traigo una comida, sino traigo una cultura y represento algo.”
Todos los viernes a domingos de las 6 hasta las 11 de la noche, Cleotilde Juarez Ramirez, cariñosamente conocida como Coti por sus amigos, se puede encontrar friendo chalupas en Junction Boulevard en Corona, Queens. Coti había vendido este antojito en la ciudad de Cholula en México durante veinte años hasta que emigró a los EE.UU. y empezó a cuidar de su familia en casa. Pero después de que los hombres de su familia se quedaron sin trabajo durante la pandemia y el gobierno no brindó apoyo para sus hijos, Coti decidió volver a la venta callejera para sobrevivir. Durante dos años desde entonces Coti ha estado friendo tortillas en manteca, volteándolas una y otra vez, rociándolas con cebolla y carne y haciendo sus propias salsas verdes y rojas.
“Cuando empezaron los estímulos económicos para las familias que habían quedado sin empleo, obviamente nosotros no calificamos para esa ayuda. Yo digo ‘Ok, está bien, nosotros no calificamos’.
Pero mis hijos son nacidos acá, los tres. Entonces me hizo como, excluyeron a mis hijos. Verdad. Y eso fue el principal motivo.
Digo, ‘Ok, pues si ellos no van a, si su gobierno, que supuestamente es un país libre y no los está tomando en cuenta, pues yo tengo que hacer algo.’ Yo soy su madre y no voy a andar detrás de ellos para que me den una bolsa de comida o me ayuden a pagar renta. No, yo mandé a traer mis comales a México y decidí ponerme a trabajar.”
Cuando conocí Coti por primera vez en una de las ferias de recursos del Proyecto de Vendedores Ambulantes en Corona, me explicó que aunque vender en una tienda tradicional puede ser más fácil de algunas maneras, la venta callejera ocupa un lugar muy especial en su corazón porque la hace capaz de recrear recuerdos de su ciudad de Puebla, México.
Cuando visitas Chalupas Poblanas El Tlecuile, eres recibido inmediatamente por la música guaracha que toca alrededor del puesto. Detrás del cartel que anuncia sus redes sociales (@chalupas_poblanas_el_tlecuile en Instagram y Facebook, y (718) 424-3662 por WhatsApp/teléfono) guinda una manta de serape. Un grupo de amigos, algunos de los cuales viajaron desde Los Ángeles, están bailando un poco frente al puesto mientras otros se sientan, charlan y vigilan a sus hijos.
“Niños, grandes, pequeños, todo el mundo se sienta a compartir y hablar. Y a veces hay gente que le toca esperar 20 minutos, 15 minutos por una orden de chalupas y lo hacen con gusto.
Hay gente que se me ha puesto a llorar. Hay un señor que no ha ido a México por 38 años y dice “¿Sabes lo que acabas de hacer?” El señor me emocionó porque dice tú acabas de devolverme a mi infancia, por ejemplo. Y no existe eso que tú estás haciendo acá. Yo te felicito porque nos traes como, como, un pedacito de nuestra puebla y es bien, bien emocionante”
Coti me cuenta que tener clientes que viajan desde lejos y que consideran su puesto como algo imprescindible no es algo raro. Menciona que hace 15 días una familia vino a probar su comida desde Arizona y otros vienen desde Chicago, Philadelphia y Connecticut, “conduciendo tantas horas para venir a probar nuestro antojo.” Dice que el puesto es algo más que el antojo: también se trata de cómo ella presenta y maneja su puesto para recordarle a la gente de su hogar incluso cuando están a miles de kilómetros de distancia de su país.
Hablo de mis pocos recuerdos de los vendedores ambulantes en Bangladesh, específicamente de los carritos de llamamos ‘tong’. Explico que aunque los carritos tienen ruedas y en teoría son móviles se entiende que el tong siempre estará en su lugar en la calle, haciendo que los bocadillos bengalíes sean más accesibles para las personas en camino a la escuela o el trabajo.
“Pasa lo mismo con los puestos de chalupas. Hay un barrio en la ciudad de Puebla que se llama El Carmen. Para la fiesta de Carmen, tú vas a ver una calle como de la Roosevelt hasta la norte boulevard. Así de larga. Si tú ves muchas chaluperas, muchos puestos. Sí, muchos, muchos. Todos venden porque es como el atractivo de ese barrio, de esa feria.
Y en las misas, cuando la gente sale de las iglesias los Domingos, es bien importante, que es un antojito de tarde noche y de los fines de semana solamente. De todos los días, es un antojo. Es un antojo bien popular en Puebla. Y aquí no lo estaba.”
Coti explica que su puesto fue el primero en ofrecer chalupas auténticas en Queens. El amor y el trabajo que Coti brinda a su puesto es su manera de invertir en la comunidad de Queens, de hacer que se siente como si fuera suya y como que pertenece a personas como ella. Absolutamente lo hace: Queens se construye y se mantiene viva gracias al labor de los inmigrantes.
Coti explica específicamente cómo los vendedores callejeros contribuyen a la economía de la comunidad:
“Todos los productos que tratamos de usar son 100% mexicanos y movemos de alguna manera, movemos la economía de aquí, de nuestro Estado de Nueva York, de nuestro [condado] de Queens, porque todo lo que compro lo compro en la marqueta, en la tiendita de la esquina…Le digo, viene gente de fuera, o sea, vienen a dejar su dinero aquí al mismo tiempo cuando yo compro en las tiendas locales y eso mueve la economía local de nosotros. Creo que es algo bien importante….
Aquí [vendedores] se han vuelto tan importantes como la gente [otros trabajadores]…Es como si fuera un tianguis…tú puedes venir aquí si vas a encontrar todo lo que me encuentro–––los diferencia de antojitos, diferencia de comidas, bajo precio, cosas frescas, recién hechas…es bien, bien, bien importante. De verdad. Yo creo que juega un papel bien importante para la economía de Queens…Tienen que ayudarnos a hacer algo porque es algo bien importante que aporta muchísimo.”
Le pregunto a Coti de qué manera debe ser ese apoyo, y qué debe cambiar para permitirle trabajar con seguridad y dignidad.
“Que nos den los permisos adecuados…hablo por la mayoría de los vendedores, no nos oponemos a pagar impuestos. No nos oponemos a colaborar con la limpieza por pagar un carro para que venga. Es más, podríamos organizarnos, a que viniera a un carro a traer todo adecuado.
Pero que nos den los permisos adecuados para no estarnos escondiendo. Los otros días, fui víctima de un robo aquí. Me sacaron la cartera del carro y yo ni cuenta me di. Vino la policía a decirme que no tenía permiso para venderme, tenía que ir ya…He escuchado a compañeros que han tenido que ir a ver a la policía porque alguien les robó y los mismos policías les han dicho que ‘sabes que, no, ustedes nos sacaron de las calles, entonces arréglenselas como puedan.”
Como hemos explicado en publicaciones anteriores, los vendedores trabajan entre ellos y con el Proyecto de Vendedores Ambulantes para organizarse. Como la reunión entre los vendedores de Corona que sucedió la semana pasada, la reunión entre los vendedores de Jackson Heights este miércoles pasado fue interrumpida por la policía, que vinieron a inspeccionar los carritos y poner multas a los vendedores. Como dice Coti, parece que la policía se preocupa más por vigilar a las personas que solo están intentando ganarse la vida que por mantener a la comunidad segura o invertir en la comunidad.
“[Si] la gente que está allá arriba en el gobierno se pongan a trabajar y ver realmente si ellos nos ayudan, nosotros podemos aportar más y mejor y legalmente a la economía de este país, por eso venimos a trabajar.
Tenemos hijos ciudadanos, que un día van a votar. Sé que somos importantes. Tenemos que ser importantes. Tienen que tomarnos en cuenta, ya es hora de que sigan con sus cosas y ellos no se den cuenta de todo lo que pasa aquí abajo, ¿no?”
Cuando Coti afirma que el gobierno no se da cuenta de todo lo que sucede en las calles de Corona, enfatiza que esta falta de conocimiento de la ciudad proviene de su abandono de familias como la suya. Termina nuestra entrevista repitiendo lo que sienten muchas otras familias inmigrantes tratando de sobrevivir en Queens y en toda Nueva York. Después de terminar nuestra entrevista, Coti me da un tazón de flautas rellenas de queso porque sabe que, no puedo comer cerdo. Están cubiertas de salsa verde y roja y queso para representar los colores de la bandera mexicana. Yo intento entregarle dinero a su compañero de trabajo para la comida pero Coti sacude la cabeza y su compañero retira sus manos.
“Familia no necesita pagar.”
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